2 de septiembre de 2014

De casualidad, pasé a abrir una ventana del pasado. Viejas heridas. Viejas adicciones. Me había olvidado lo bien que se sentía y lo poco que dolía.

Oh, lo fácil que sería volver. Aliviar. De todos modos no mucho ha cambiado. Los fantasmas son distintos pero las pesadillas son las mismas. El dolor en todo el cuerpo, ese cansancio que no se alivia durmiendo. La abrumadora falta de aire. El sentir que dejas de respirar, no porque no quieres, sino porque no puedes. Es tanto. Tanto. Salvo dos pequeñas lucecitas, la oscuridad es la misma.

Pero debo ser fuerte. No por mí porque no vale la pena, sino por esas dos pequeñas lucecitas.

Asi que contra todo pronóstico cerre la ventana y seguí con mi vida.

Hasta nuevo aviso.